lunes, 29 de abril de 2013

Carrera por montaña Ciudad de Cuenca.

Todo preparado para disputar la carrera de Cuenca, la de casa, la más veterana, la del campeonato de España del año pasado. Todo preparado sin haber podido entrenar lo que toca, habiendo trabajado duro y hasta tarde el día de antes, vamos como siempre. Expectante por el clima, nos daban lluvia, no podía imaginar que al despertarme toda la ciudad se encontraba bajo un manto blanco. Mi Garmin marcaba las ocho de la mañana y nevaba copiosamente. El café borboteaba avisando que estaba listo y la cocina se llenaba de aroma a pan tostado. El desayuno de carrera estaba dispuesto. Llamo a Juan, amigo y voluntario en la carrera buscando información fresca de la organización. -No me han dicho nada, nieva bastante, en cuanto sepa algo te doy un toque. Continúo con el ritual de preparación, vendo mis maltrechos tobillos para prevenir esguinces y torceduras. Cortavientos, pulsómetro, calcetines para el frio, guantes, buff... todo dispuesto y colocado. Juan sigue sin llamar, se acerca la hora. Me voy para allá a recoger el dorsal y saber de primera mano todas las novedades. Sigue nevando... 
En la salida está todo dispuesto, la información va llegando, que si han retrasado la salida, que si han recortado la carrera, que si a ver que hacen. Definitivamente retiran un tramo de seis kilómetros al estar en estado de alerta por nieve y no disponer de efectivos por parte de la Guardia Civil para asegurar un cruce de carretera. Algunos se quejan, ya no es la carrera que habían preparado, otros callan conscientes del beneficio que eso les produce. Se acerca la nueva hora de salida y comienza el correteo del calentamiento. Yo ando un poco despistado y charlando como si no fuera conmigo y luego me acordaría... bastante. El speaker comienza a citarnos y los "buenos" ocupan los primeros lugares, nos cuenta las novedades que hay pero la suerte está echada y todas las miradas convergen en un punto, adelante. 
Comienza una nueva aventura, los aplausos del público, todo el mundo lleno de fuerzas, ¡qué bonitas son las salidas!. Enseguida se inicia la ascensión, en mi caso conservador como siempre aunque en seguida noto que algo no va bien, mi cabeza, mis piernas, mis brazos, parece que cada cual va a la suya, tranquilo, ahora se pondrá todo en su sitio, debe ser que la primera cuesta está demasiado cerca. Vamos ocupando nuestras posiciones cual lemmings para abordar la primera ascensión. El paisaje es precioso, no se escuchan comentarios, se entremezclan las respiraciones con el bombeo de mi corazón. Los copos de nieve rozan mi cara y el calor corporal ha hecho que el frío sea inexistente. 
Los apoyos no son precisos, las piedras mojadas los hacen peligrosos, un par de resbalones sin importancia hacen que sea cuidadoso y lento. El cuerpo sigue sin coordinarse y la mente no acompaña. Comienzan las dudas, comienza el sufrimiento. No es posible, apenas llevamos dos kilómetros. ¿Qué me está pasando?. Abandono corre a mi lado y  me susurra al oído frases cálidas, preguntas con respuesta. No le presto atención, viene la bajada que es lo que me gusta, donde mejor voy y mis piernas recuperan energía y son disciplinadas con lo que les dicta mi cabeza, ¡es el momento!. No consigo ir cómodo pero si un poco más rápido, llegamos al Puente de San Pablo y lo cruzo sin despegarme del compañero que tengo delante y sin levantar el ojo de sus pies. ¡Tengo vértigo!. 
Transitamos a la segunda ascensión, Abandono se ha encaramado a mi espalda me acaricia, me habla, me cuenta todo lo que podría estar haciendo en ese momento si no estuviera allí. Me pesa, me confunde, me trastorna. Comienza el inicio de la segunda subida el barro resbala, el viento gélido me azota, me quedo parado, pierdo posiciones. Me engaño diciendo que en el avituallamiento fallaré que hacer. Silencio, ya no lo escucho, mejor, mal compañero me he procurado. Oigo los ánimos de los voluntarios, los aplausos de otros, me reconfortan, parece que la treta ha funcionado y he dejado atrás la renuncia. 
En el avituallamiento recupero líquidos, y observo el tramo de ascensión que me queda. Veo a los compañeros encaramados por la senda que les lleva a la cumbre, son nuevos, mis referencias anteriores ya no están, han ido avanzando y yo me he quedado atrás, da igual, lo importante es llegar. Arranco de nuevo haciendo caso omiso a los consejos que me procura Abandono, no quiero escuchar, quedaté tu, yo voy a seguir, si quieres nos vemos en la meta y nos tomamos algo. ¡Miserable! no me abandona, se queda. Se queda para recordarme lo bien que estaría en casa, calentito o tomando unas cervecitas en el bar con mis amigos. ¡Dejamé!. Mal que bien llego a la cumbre, me emparejo con Manuel, compañero de club y me arrastra durante el tránsito hasta la bajada. Hablar con el me hace no prestar atención al Miserable y de nuevo comenzamos a bajar. Que maravilla, la senda transcurre entre pinos con las copas cubiertas de nieve, limpia de piedras resbaladizas.El viento golpea los árboles dejando caer una fina capa de nieve, el toque dulce de azúcar glas para hacer de aquel un grato momento. El silencio solo roto por los golpes secos de zapatilla contra la tierra y la belleza del entorno crean en aquel instante un momento perfecto de comunión con la naturaleza. 
Llega otra transición en llano, todo vuelve a fallar, trato de minorar la marcha para recuperar pero Abandono me da caza. Sin ningún tapujo ni complejo me dice que en la siguiente subida no voy a ser capaz de avanzar. - Te vas a quedar clavado chaval. - Retiraté en el juego de bolos y nos vamos tranquilamente. Sus mensajes me convencen. A estas alturas son coherentes, mi cuerpo no funciona, no tengo energía para continuar, tengo sed, no llevo agua. Silvia, una chica del Trail Albacete me adelanta y me da ánimos. La escucho y continuo. Replanteo la situación y emplazo mi decisión al paso por el avituallamiento. ¿Qué te parece Abandono? total, aún estoy lejos de meta. A regañadientes accede y me deja en paz, aunque no se distancia mucho. Manuel me acompaña en la penúltima ascensión, me da ánimos, tira de mi, tengo que pararme en alguna ocasión porque las fuerzas me abandonan por segundos. De nuevo los voluntarios, la gente, los amigos me arropan y animan a seguir. Me aferro a esto para no dar la razón al Miserable. Ya estoy en el avituallamiento. Como, recargo líquidos y miro lo que me queda. ¡No es poco!. En el auditorio me retiro. Desde ahí a meta no es nada. ¡No puedo mas!. 
Emprendo la bajada como puedo, tengo el cuerpo entumecido, averiado, sin control. La inercia me hace descender, me dejo caer por la senda. -Esto está terminado. -No pasa nada, si no se puede, no se puede, me digo. Abandono ríe y salta, ha ganado. Tendríais que verlo, que cara de satisfacción. Me convence que he hecho lo correcto. - ¿Has visto? mucho mejor ahora, ya no tienes de que preocuparte.
Llega el momento de la verdad. Recto me voy para casa. Izquierda las cuerdas para ayudar en la última ascensión. Todavía no se muy bien por qué, pero me voy a por las cuerdas. Las agarro y comienzo a subir. Un paso, otro, otro, otro. He salvado el tirón inicial. Abandono me grita _¡Qué haces insensato! ¡habíamos llegado a un acuerdo! ¡tu estás loco! No lo escucho, le empujo y cae por el precipicio. Estoy solo.A Manuel que iba delante ya no lo veo. Detrás no hay nadie. Da igual, continúo. Solo queda un último esfuerzo. Camino por la senda disfrutando de las vistas. ¡Qué bonita eres Cuenca!¡qué bella has amanecido hoy!. Encaro el vía crucis. No se si la organización lo quiso así o les cayó por casualidad, pero los últimos metros de ascenso de la carrera discurren por un vía crucis que lleva hasta el Corazón de Jesús, el cristo que vigila nuestra ciudad. Conozco el terreno, se que faltan unos pocos metros, seis curvas, en cada una un monolito. Paso por cada uno de ellos pensando en que ya queda uno menos, así consigo hacerlo mas llevadero y  coronar. Solo me queda el descenso, ando muy justo de fuerzas pero el ánimo a tope. He conseguido terminar. He sufrido mucho pero ya está. He aprendido cosas nuevas de mi. Ha merecido la pena.

sábado, 13 de abril de 2013

Bienvenidos

Hola, mi nombre es Eduardo Molina. Puedo definirme como una persona inquieta, emprendedora y aventurera. Amigo de mis amigos y de los amigos de mis amigos.  Amante y practicante de las carreras por montaña desde hace unos años he decidido lanzarme a contar mis experiencias en las carreras desde el punto de vista del corredor popular, de aquel que disputa una carrera con el único premio de terminarla. Quiero contaros que veo, que percibo, que siento cada vez que participo en una competición. Los preparativos, el viaje, la línea de salida, los compañeros, los ánimos, los vítores, los buenos... Trataré de aportar mi granito de arena a esta disciplina, alabando lo que considere bueno y criticando lo que no. Espero  que mis vivencias y opiniones os resulten entretenidas y que entre todos podamos hacer un poquito mas interesante este deporte.
Salud y montaña.